Crónica de un improvisado y maravilloso encuentro…
Son las 10 de la mañana, a esta hora quedó de pasar a buscarme a mi palomar Osiel Núñez. Me llama desde su casa, pasará a buscarme a las 10.30.
Nos vamos al Yumbo para comprar las menestras del almuerzo en honor a nuestro Alejandro que organiza La Corporación, con Emilio Daroch a la cabeza como de costumbre. Le cuesta al piloto encontrar la salida de la carretera, yo como copilota me muero de hambre, y eso que son mis “canchas” …
Llegamos a la Selva, después de abrir el pesado portón, nos introducimos con la camioneta. Una amplia planicie verde y dos piscinas azules revuelven sus aguas con un bullicioso motor. A la derecha a la sombra el famoso “galopo” caballo fetiche de Osiel, pasta plácidamente.
¡Qué linda que está La Selva, años que no venía! En todos los rincones brotes verdes, pastos y artefactos campesinos que confirman el gusto huaso de su dueño. Nos vamos a la vieja y desordenada cocina que tantos recuerdos de momentos inolvidables guarda secretamente… Busco un delantal que proteja mis ropas. Osiel va y viene… Encuentro una pechera que me la pongo; en una gran olla preparo el amasijo para las churrascas que tan discretamente me ha solicitado mi amigo.
Con una olla de greda gigante aparece Osiel, sus ojos le brillan de alegría y complicidad, parece el duende que exige tres deseos para que surja el encanto… En la vasija de greda deja caer los medallones de carne, las cebollas, los pimentones, los ajos olorosos. Afuera, en uno de los fogones Lucho y Carlos Rebolledo atizan los leños para la parrilla que con sus lenguas de fuego ardiente envolverán la olla con sus mixturas y caldo mágico y, también las churrascas.
Llegan Emilio Daroch y Alejandro Yáñez, nuestro festejado. Por fin conozco a Rafael Maldonado, el “inglés” del grupo UTE 73, quien viene de visita a su tierra natal. Aparecen los hermanos Canto, Jorge y Víctor. Compruebo con alegría la buena estampa de Víctor quien estuvo con su salud quebrantada.
Se asoman Fernando Salazar, Mario Hoare, Rodrigo Molina, Alfredo Fariña con su pinta de gringo, como si nunca hubiera sido preso del maldito covid 19 y finalmente Raúl Palacios. Se repiten los abrazos de los machos de la UTE, los saludos son largos, efusivos y palmoteados.
Recién me doy cuenta que soy la única mujer del convite en honor a Alejandro, nunca me había pasado en ninguno de los innumerables encuentros organizados por la Corporación y otras actividades en La Selva, y en tantos diferentes lugares. Mi sensación es neutra, ni orgullo tampoco alegría, sólo quiero plasmar este encuentro en el disco duro de mi memoria que me acompañará hasta siempre.
Alejandro Yáñez es para mí un referente político de mucha importancia. Yo venía de la JOTA de la Enseñanza Media como se llama ahora. Era el año 1969. Tengo nítido el momento en que lo conocí, allá en las afueras de la FEUT, estaba junto a nuestro querido Claudio Laura, dirigente ya desaparecido. Éramos un puñado de “mechonas” de mini faldas y pelo planchado largo y lacio. Junto a Claudio nos dieron la bienvenida y nos llevaron a recorrer el Pedagógico. Después supe de todo lo que la Universidad y las JJCC le debían al querido “guatón Yáñez”. Siempre cálido y cercano con nosotras las mujeres especialmente. Ya de vuelta a Chile nunca dejó de participar en cuanta actividad se organizaba y nuestra relación fraternal nunca se enfrió.
Pasa la hora y las churrascas están en su punto, los comensales entretienen sus revolucionadas tripas degustando mis tortillas nortinas. Las anécdotas y chascarros se relatan con histrionismo entre las carcajadas de los convocados. Alejandro recita sus décimas “buscando la R”.
Es el momento de pasar a la larga mesa dispuesta bajo la hermosa ramada huasa, una chimenea de cobre arde con leños que aroman y entibian el ambiente haciéndolo todavía más cálido. Jorge Canto es un feminista de verdad, juntos servimos el manjar preparado por Osiel, la carne exquisita y blanda con un jugo “criaturero” como diría mi abuela.
Emilio lee una informada biografía de dirigente estudiantil sobre Alejandro escrita por Luis Cifuentes, después le dirige unas palabras, Osiel le dedica las suyas, Mario y Víctor, Raúl. Le hago entrega de una chaqueta negra y peludita para que se abrigue en el invierno que vendrá, en nombre de las mujeres y hombres de la UTE.
La tarde cae sobre el cielo de La Selva y llega la hora más triste que es la despedida. Los abrazos son más largos y cargados de nostálgicos afectos.
La Selva seguirá escribiendo sobre sus muros, árboles y rincones, el sueño fecundo de un puñado de mujeres y hombres de la Universidad Técnica del Estado, que todavía persisten en transformar el mundo en uno mejor…
Ahhh Y… Alejandro Yáñez se olvidó de entonarnos el mítico: Ochi Chernie…
Iris Aceitón – La Selva – jueves 17 marzo 2022